Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 12 de diciembre de 2022 última revisión
Autor: Alfonso Torres de Castilla.
1179 pp.
Editado por Salvador Manero Editor
1869.
Portada Crimenes del Despotismo
Cuando emprendimos la árdua tarea de resumir en una obra los crímenes de los déspotas que han oprimido y deshonrado á la Humanidad, siendo la plaga de las naciones, reinaba en España todavía la raza espúrea de los Borbones, la tiranía de Isabel II nos oprimia de tal manera que apenas si pudo pasar el prospecto en que el editor anunciaba la obra, y esto ¿á qué condiciones? Pásmese el lector: á la de arrancar de él la palabra tiranos aplicada á Felipe II y á Fernando VII ...
Para el fiscal de imprenta, cuyo nombre no queremos recordar, era injusto, ilegal, peligroso, anárquico y disolvente llamar tiranos á Felipe II, al demonio del Mediodia, al monstruo que fué causa de la ruina de España, al asesino de Lanuza, al destructor de las libertades aragonesas, y á ese dechado de tiranos, al Borbon mas odioso y cruel de nuestro siglo, á Fernando el Deseado, de funesta memoria.
De aquí puede deducirse con la libertad que escribiamos, los límites estrechos en que debíamos concentrar nuestro pensamiento, y los tormentos que nos costaba el pensar, al poner la pluma sobre el papel, que el fiscal debia antes que el pueblo leer lo que escribíamos. Pero la opresión acabó, y la revolución que expulsó de España para siempre jamás á los Borbones, arrastró con ellos al fiscal; y desde entonces pudimos no solo escribir con libertad, decir todo nuestro pensamiento, entendernos directamente con el público, sino acometer los asuntos que, como los crimenes de los papas, nos estaban antes vedados, y los de los reyes constitucionales que segun el prospecto no entraban en el plan primitivo de la obra, porque el fiscal no lo tuvo á bien. Por eso hoy emprendemos la publicación de los crímenes de los reyes de la monarqui española, cuya historia terrible, que los historiadores apologistas han tenido hasta ahora buen cuidado de desfigurar, es menos conocida en España que la de las naciones extrañas.
No fué España mas feliz con las instituciones monárquicas y con sus reyes que los otros pueblos; y es que son las malas instituciones
las causas primeras del mal que hacen aquellos que las representan y las ponen en práctica. Los hombres son siempre los mismos,
su naturaleza es sencialmente invariable como no es obra suya ni se crea á sí propio; son las instituciones las que son modificables
á voluntad del hombre, y es en ellas, por tanto, donde deben buscarse las causas del mal ó del bien que los hombres hacen,
y donde las reformas pueden, modificando las causas del mal, disminuirlo ó hacerlo desapareder. De aquí que, por mas que esto sea un
descargo de la culpa de los tiranos, es preciso achacar á la forma de gobierno monárquico la principal causa de los crímenes de los
reyes. ¿Y cómo no si el despotismo ó absolutismo como institución, saca al hombre que la ejerce de la esfera de los demás hombres,
declarándolo superior, irresponsable, ó responsable solo ante Dios, que es lo mismo, haciéndolo creer desde la cuna que él es dueño y
señor de las criaturas humanas, cuyas haciendas y vidas le pertenecen?
¿Que tiene de extraño que desde ese momento no consideren como crímenes suyos los actos que lo son para todos los hombres?
Moralmente la responsabilidad de los tiranos es menos de lo que á primera vista parece, porque la institucion monárquica, aceptada y
reconocida por el pueblo, hace á este, que es la víctima, cómplice de la tiranía y verdadero responsable de los males que sufre poe ella.
Por eso se ha dicho siempre que las víctimas son cómplices de los verdugos.
La ignorancia: solo la ignorancia ha podido achacar á la maldad nativa de los tiranos sus crueldades y crímenes; vivieran como los demás hombres, sujetos á las mismas leyes y responsables cual todos de sus actos, y estos fueran acaso, y sin acaso, lo contrario de lo que han sido.
Dice el proverbio vulgar <<que quien quita la ocasion quita el ladron,>> y puede añadirse que quien suprime el poder absoluto, la irresponsabilidad legal del que manda, quita los crímenes de la tiranía.
Aunque tan sencillas estas verdades ni han podido decirse al pueblo hasta ahora, ni el sofisma y las falsas doctrinas que han perpetuado el error las han dejado prevalecer ni poenetrar en la conciencia pública. Tarea es esta á que debian hoy consagrarse los escritores patriotas sinceros, y al escribir y dar á luz la Historia de los crímenes del despotismo en España desde erl orígen de la monarquía hasta los Reyes católicos, nos proponemos demostrar con los hechos las verdades que ligeramente hemos indicado en esta introducción.
Réstanos solo añadir que hemos dividido esta Historia en tres libros, consagrando dos á los crímenes de las dinastias extranjeras, austríaca y francesa, que han pesado sobre España durante 368 años, porque no era posible, sin hacerlo demasiado voluminoso, referir todos sus crímenes en un solo libro.
Estos dos últimos alternarán con los no menos terribles crímenes de las dinastias que, en las Historias de las otras naciones de Europa, en las mismas épocas en que las extranjeras ya citadas en España, se hicieron odiosas y célebres por sus maldades.
Crímenes, crueldades de toda clase y asesinatos que mancharon los reinados de los primeros reyes de España, desde Ataulfo hasta Amalarico. -El fanatismo religioso tuvo gran parte en aquellas calamidades.
Los primeros reyes de España fueron ya tiranos. Conquistadores extranjeros, destructores como cristianos de gentiles y judios, los reyes godos dejaron fama por sus crímenes espantosos, por su rapiñas y crueldades.
España no salió de la sabia y política opresion de los romanos, sino para caer bajo la opresion bárbara de los godos, cuyo único freno estaba en el alto clero cristiano, no menos bárbaro y cruel, no menos opresor que los tiranos seglares que servian de instrumento á la ambicion desmedida de los llamados principes de la Iglesia romana.
Fué Ataulfo el primer rey de España; pero veamos las fechorías de aquel bandido, y comprenderemos lo que la nacion podia prometerse del gobierno de los príncipes cristianos.
Ataulfo habia saqueado Roma, dado muerte al emperador y apoderándose de su hermana Placidia, de quien hizo su esposa.
Como encontró ya ocupada la mayor parte de la península por los suevos, vándalos y alanos. Ataulfo, que la queria para sí, solo les hizo una guerra de exterminio cuyos estragos horrorizan. Su victoria no era cosa muy segura, y se propuso engañar á los romanos ayudado y por instigaciones de Placidia, para que estos le ayudaran á vencer á los otros pueblos conquistadores; pero considerando esta política como un crímen, sus propias gentes lo hicieron asesinar por la mano de un enano bufon que hasta entonces no habia servido mas que para hacer reir al rey.
Así murió el primer rey godo de España, al que hicieron bueno los crímenes de su sucesor.
Ataulfo fué asesinado en Barcelona en 416, y Sigerico que ocupó el trono inmediatamente despues, empezó su reinado haciendo degollar seis hijos que habia dejado su predecesor, y obligando á Placidia, la viuda de Ataulfo, á marchar ante él descalza.
Los vasallos del nuevo rey al verle cometer crímenes tan atroces, lo asesinaron; pero no supieron pasarse sin amo y nombraron para reemplazar á Sigerico á otro guerrero llamado Wallia, nombre que en su lengua quiere decir muralla.
El nuevo rey salió al encuentro del césar romano que con su ejército venia á reclamar su hermana, la viuda de Ataulfo, pero los dos reyes se entendieron; el godo entregó la mujer y recibió 600 mil medidas de trigo, obligándose á exterminar á los alanos que no querian someterse al yugo del césar romano, y el bárbaro cumplió su palabra; los alanos y otros pueblos fueron por él exterminados. Revolviendo sus feroces hordas contra los suevos, el rey los hubiera exterminado tambien, pero sometiéronse al emperador para escapar á la cuchilla del rey.
El emperador dió á Wallia en recompensa del exterminio de los alanos y de la sumision de los suevos, el reino de la segunda Aquitania en señorío, con lo cual el godo llevó su corte de España á Tolosa, y se vió dueño de gran parte del Mediodía de la Galia al mismo tiempo que de España.
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