Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 12 de diciembre de 2022 última revisión
Hay libros imborrables, que dejan una huella imperecedera. éste es uno de ellos. Hay libros imprescindibles, necesarios. éste es uno de ellos. Aquí no debemos buscar exquisiteces formales, lenguaje rebuscado y belleza de estilo. Aquí lo que vamos a encontrar es vida, humanidad e historia densa y profunda.
Se tratan de unas Memorias escritas por el capuchino Gumersindo de Estella, generadas por su asistencia espiritual a numerosos condenados a muerte en la cárcel de Torrero de Zaragoza entre los años 1937-1942. Su título es Fusilados en Zaragoza, 1936-1939, Tres años de asistencia espiritual a los reos.
Antes ya se han producido grandes matanzas por motivos políticos en Zaragoza por parte de los rebeldes franquistas. Ahora son menos, pero no dejan de ser cuantiosas. La primera asistencia, reflejada en la obra, a condenados a muerte se lleva a cabo el 22 de junio de 1937 y la última el 10 de marzo de 1942, casi tres años después de acabada la Guerra Civil
El esquema de la obra es muy simple. Sobre las 4 o las 5 de la mañana es requerido el padre Gumersindo, para que desde su residencia en el convento capuchino, al lado del Canal Imperial, vaya a la cárcel de Torrero para asistir espiritualmente a los condenados a muerte, para intentar darles la confesión, ofrecerles la misa y la comunión a aquellos que lo deseasen, y finalmente acompañarles a las tapias del cementerio, para después del fusilamiento, administrarles la Santa Unción.
El relato es en muchos momentos estremecedor y durísimo. Hay páginas difíciles de digerir. Una estancia, que hacía las veces de capilla, con una mesa de altar con todo lo necesario para la misa; en la pared y sobre dicha mesa aparecía un retrato de Franco; y debajo de la efigie del dictador, un crucifijo; a ambos lados, dos velas. éste es el escenario elegido por las fuerzas rebeldes franquistas, para que se confesasen por última vez los presos. El retrato de Franco, quien ha firmado su pena de muerte, está presente para humillarlos más si cabe. Alguno de los presos se rebelaba, aduciendo que no podía confesarse ante este escenario. Alguno también culpaba a la Iglesia católica de complicidad, porque permitía y secundaba semejantes atrocidades, como ya veremos más adelante. En concreto uno de los reos fusilado el 22 de junio de 1937, argumenta que rechaza esa religión, que está matando un millón de españoles, esa religión fascista
Si estos momentos descritos en el párrafo anterior son dramáticos, no lo son menos todos aquellos que relatan el traslado a las tapias del cementerio y los mismos fusilamientos. Era una comitiva numerosa y dantesca. Solía hacerse en un autocar, en el que estaban los guardias, los reos, los padres religiosos. En autos particulares iban el director de la prisión, un par de oficiales de la misma, el juez de ejecuciones con su secretario, algún agente de policía y del juzgado, cuatro o cinco señores de la Hermandad de la Sangre de Cristo, el médico de la cárcel. Este viaje para el preso debía ser terrible.
Llegamos al fusilamiento. Los soldados solían ser 4 o 5 por reo. Muchas veces acostumbraban a fallar voluntariamente en sus disparos, con lo cual se acrecentaba el sufrimiento. El 21 de septiembre de 1937, día que fusilaron a seis, después de la descarga todavía palpitaban y respiraban fuertemente sobre un charco de sangre, momento que sirvió para darles la absolución y la Santa Unción. Detrás del religioso un teniente les daba dos o tres tiros en la cabeza, saltando el cráneo, quedando con los ojos abiertos. El 14 de julio de 1938 se produjeron 8 fusilamientos; lo novedoso consistió en que después de ser conducidos en un camión hacia la tapia del cementerio, al divisar la tropa, se paró el vehículo; y recibieron la orden de no saltar a tierra; pasó un cuarto de hora y nadie daba orden de bajar; el padre capuchino pregunto qué pasaba, la respuesta fue que se habían olvidado los cartuchos. No hace falta hacer muchos comentarios. El hecho se comenta por sí mismo.
El total de reos que aparecen en las Memorias son alrededor de 150. Hay 17 alcañizanos. De Híjar aparecen dos, Antonio Meseguer Barceló y José Escorihuela Mir. De Albalate del Arzobispo son Tomás Gardana y Florencio París Sancho. De Samper de Calanda Antonio López, Francisco Gracia y uno apellidado Almudí. De Urrea de Gaén Antonio Blasco. éstos son los que aparecen reflejados de nuestro entorno más cercano. Desearía para aquellos que lean estas líneas, hacerles una reflexión. El delito que cometieron todos ellos, era el de estar afiliados a un partido de izquierdas; socialista, comunista, UGT, CNT, o, simplemente republicanos. Esto es una monstruosidad jurídica, ya que se condenó a la pena capital o a otro tipo de penas, a todo un conjunto de personas por pertenecer o estar afiliado el 18 de julio de 1936, a un partido o sindicato, que en aquellos momentos eran legales. Además se les acusó a muchos de ellos de auxilio a la rebelión, cuando no fueron ellos precisamente los que se rebelaron. Los que si lo hicieron, de acuerdo con el código de justicia militar entonces vigente, fueron los militares como Mola, Franco, Cabanellas, Queipo de Llano, etc que se alzaron públicamente y en abierta hostilidad contra el Gobierno; y, en consecuencia, son reos de rebelión militar los que se alcen en armas contra el Jefe del Estado, su gobierno o instituciones fundamentales de la nación(1). Los jóvenes de hoy en día deben saber que en determinados momentos de su historia, esto ocurrió. Si hoy irrumpiera un golpe de estado, como el de 18 de julio de 1936, podría ocurrir que todos aquellos que fuéramos de ideologías parecidas a las anteriores, podríamos ser fusilados. Y además acusados de subversión y rebelión. Y además no podríamos ser recordados. Y si alguien pretende hacerlo se le acusa de estar reabriendo heridas.
Si los militares sublevados se hubieran mantenido en sus cuarteles, respetando la legalidad constitucional, no se hubiera producido la Guerra Civil. Esto parece claro. Y obviamente todas las secuencias subsiguientes. Si había problemas en el régimen republicano, donde debían resolverse era en el Parlamento, utilizando la palabra, el logos, la razón. Las armas son para defender un país de una agresión exterior, no para defender los intereses de determinados sectores de la sociedad. Este país nuestro ha estado siempre pendiente del sable. Hemos tenido que sufrir la mente calenturienta de cualquier militar salva-patrias. Azaña tuvo muy claro el problema del militarismo en la historia de España. Par él el ejército era ineficaz para la defensa de la nación, costoso para el erario, privilegiado entre los ciudadanos, amenazador de la libertad personal y obedecido por el poder público. Los españoles hemos soportado durante un siglo un ejército ineficaz, costosísimo y liberticida, estas tres características, juntas con la misma institución, la convierten en un verdadero peligro para el Estado. Era preciso hacer algo y Azaña pone inmediatamente manos a la obra demostrándose a sí mismo y a los demás que era posible reformar una de las instituciones más obsoletas, utilizando la razón, es decir, dando órdenes y publicando decretos. En definitiva quiso un ejército reducido en efectivos, profesional, con la misión única de defensa de la patria en tiempo de guerra y la preparación para la guerra en tiempos de paz(2). Los militares deben estar al servicio de la sociedad y obedecer las decisiones del poder civil. Esto es lo que suele ocurrir en cualquier civilizado y moderno. Hoy, en cambio, en muchos países tercermundistas les ocurre que tienen gravísimos problemas políticos, al tener que estar pendientes de cualquier militar de tres al cuarto. No es necesario señalar que fracasó en su intento Azaña, y el ejército continuó siendo, como siempre lo había sido un enemigo de la libertad.
Uno de los motivos por los que triunfó el golpe fue por la extrema violencia con que fue acometido por los rebeldes y las contundentes amenazas dirigidas a quienes no apoyaran el movimiento. El general Queipo de Llano, en uno de sus mensajes a la prensa, el 24 de julio de 1936, lo dejaba muy claro: ¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen con uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré.
El general Mola, aunque parece increíble, podía llegar a ser aún más cruel. En sus Instrucciones de 25 de mayo de 1936 decía: Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo. Y continuaba el 19 de julio: Hay que sembrar el terror... dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos a todos los que no piensen como nosotros. Para terminar con la siguiente guinda: Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo (3).
La actuación del célebre, teniente coronel Yagüe, en las matanzas de la plaza de toros de Badajoz. A primeras horas de la mañana del día 15 de agosto de 1936, se emplazaron ametralladoras en las contrabarreras del toril que abrieron fuego sobre la multitud de hombres y mujeres de izquierdas allí concentrados: republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y simples hombres de campo, jornaleros, campesinos y demás paisanos fueron cayendo tronchados por el fuego de las ametralladoras. Según el testimonio de Justo Vila: Hubo moros y falangistas que bajaron a la arena para jalear a los prisioneros, como si de reses bravas se tratase. Las bayonetas, a modo de estoque, eran clavadas en los cuerpos indefensos de los campesinos con el beneplácito de jefes, oficiales y suboficiales. Luego abrían fuego las ametralladoras; los cuerpos eran retirados en camionetas y carretas y el ruedo comenzaba a llenarse de nuevo.
Se calcula que murieron en los primeros días, entre combate y represión, más de 9.000 personas en Badajoz. De éstas, más de 4.000 perecieron en las tristemente famosas matanzas de la plaza de Badajoz... (4)
Un acontecimiento esclarecedor de este ejército golpista ocurrió en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, con motivo de la Fiesta de la Raza, que refleja claramente el talante de los militares sublevados. Es el altercado entre Unamuno y el general José Millán Astray, fundador de la Legión y responsable de la propaganda del Cuartel General del generalísimo Franco. Este lanzó sus necrófilas y célebres palabras. "¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!, a las que replicó aquel: éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto...Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España (5).
Produce auténtico pavor y escalofrío que España estuviera durante 40 años en manos de personas de esta catadura moral.
Los dirigentes republicanos, por lo general, obraron con una actitud radicalmente opuesta a la barbarie rebelde, aunque en muchos lugares, como Híjar, nadie hiciera caso de sus palabras. El dirigente del PSOE, Indalecio Prieto, en las páginas de El Socialista, el 9 de agosto de 1936, intentaba parar la represión que ya había dado comienzo en territorio republicano: Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que está ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos...no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra..ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa..¡No los imitéis! (6)
En la zona republicana las muertes se produjeron a pesar de los esfuerzos de las autoridades (República, Euskadi, Generalitat) por impedirlas, en cambio en la zona nacional recae sobre las autoridades la responsabilidad directa y expresa, tanto de los fusilamientos como de los paseos.
De Barcelona zarparon barcos enteros, franceses e italianos sobre todo, pero también de otras nacionalidades, fletados exclusivamente para evacuar personas amenazadas, pero, como ha dicho Joseph Benet, "de la zona rebelde no salió ningún barco. Hasta Queipo de Llano, en una de sus celebres charlas por radio, reconocía el 24 de agosto de 1936 que el presidente Companys "ha dejado salir de Barcelona a más de cinco mil hombres de derechas, lo cual ha de aminorar sin duda la responsabilidad que pesa sobre él ¡Dios se lo tenga en cuenta!".
El presidente Joseph Tarradellas, comentando los fracasados intentos de canje a favor de Carrasco i Formiguera, señalaba que la dificultad provenía de que Franco era por sistema opuesto a los canjes (sólo le interesaban los aviadores alemanes e italianos derribados) y, sobre todo, de que la Generalitat no tenía rehenes que ofrecer: "A las personas de derechas les habíamos proporcionado el pasaporte y les habíamos enviado a miles al extranjero, en los primeros meses de la guerra, para que no los asesinaran, empezando por los más amenazados, sin ninguna contrapartida, y después ya no podíamos proponer a nadie para canjes" (7).
Estos textos son suficientemente explícitos. Por la parte rebelde, desde el aparato estatal, hay una clara y unitaria política de exterminio para todos aquellos que no secundasen el golpe. Por ello, una vez puesta en marcha, los militares sublevados no les quedaba otra opción que una huída hacia delante, ya que en el caso de fracasar hubieran tenido que rendir cuentas ante los Tribunales de Justicia.
Por el contrario, en el lado republicano, aunque se cometieron excesos, desde el Gobierno se intentó pararlos, y que solamente debieran ser eliminados, aquellos que hubieran sido inculpados tras un juicio llevado a cabo con todas las garantías.
Otro problema de la sociedad española de los treinta era el clericalismo, la situación privilegiada de la Iglesia católica. Azaña lo comprendió con nitidez. El Estado no puede admitir ningún principio confesional ni nadie puede hacer valer ante el Estado una religión para colocarse en una situación de privilegio y excepción. El Estado republicano, sigue indicando no tiene religión y, por tanto, no puede admitir ninguna actitud, ningún derecho, ninguna posición que se derive de la existencia de las religiones. No se le escapaba que esa simple manera de resolver el problema religioso implicaba el fin de privilegio y excepción de la Iglesia católica y de su masiva presencia en la esfera docente. Además de un Estado laico, Azaña proclama para la República la obligación de formar a las generaciones futuras. El Estado laico es un Estado educador, que no confía a ninguna institución ajena la tarea de sustituir el caduco pensamiento católico(8). Hacía 150 años Masson de Morvillers en su Enciclopedia entre otras cosas, que continuaban siendo actuales en los años 30, dijo: El español tiene aptitud para las ciencias, y , sin embargo, quizás sea la nación más ignorante de Europa. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer o pensar?
En tanto en cuanto la República tuvo los objetivos señalados en los párrafos anteriores, respecto a la manera de resolver el problema religioso en España, podemos comprender el que la sublevación contase con el apoyo incondicional de la Iglesia española. No tuvo ningún impedimento ético para hacerlo. En 1936 las más altas jerarquías eclesiásticas españolas, salvo alguna excepción, apoyaron inequívocamente a los militares sublevados. El Episcopado español en la Carta Colectiva de 1 de julio de 1937, Sobre la Guerra de España, dirigida a los obispos de todo el mundo, muestra su apoyo incondicional a los militares sublevados. Con semejante actitud la Iglesia optó por ser enemiga de media España. Algunos fragmentos de este documento fundamental pueden ser clarificadores:
"El 18 de julio del año pasado se realizó el alzamiento militar y estalló la guerra, que aún dura. Pero nótese, primero, que la sublevación militar no se produjo, ya desde sus comienzos, sin colaboración del pueblo sano, que se incorporó en grandes masas al movimiento, que, por ello, debe calificarse de cívico-militar...
La guerra es, pues, como un plebiscito armado. La lucha blanca de los comicios de febrero de 1936, en que la falta de conciencia política del Gobierno nacional dio arbitrariamente a las fuerzas revolucionarias un triunfo que no habían logrado en las urnas, se transformó, por la contienda cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió en defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España por la novísima civilización de los soviets rusos.
El movimiento nacional ha fortalecido el sentido de la patria..Dentro del movimiento nacional se ha producido el fenómeno, maravilloso, del martirio... El movimiento ha garantizado el orden en el territorio por él dominado... en medio del esfuerzo y del dolor terrible de la guerra, las tierras del lado nacional viven en la tranquilidad del orden interno, bajo la tutela de una verdadera autoridad, que es el principio de la justicia, de la paz y del progreso que prometen la fecundidad de la vida social. Esta situación permite esperar un régimen de justicia y paz para el futuro...
Realmente escribir estas líneas , cuando ya se han producido y se estaban produciendo auténticas masacres por parte de los militares rebeldes en una parte importante del pueblo, exclusivamente por ser de izquierdas; pienso que debería inducir a la Iglesia católica española a una reflexión profunda y pensar si estuvo a la altura de las circunstancias. Decantarse, como lo hizo, por el bando rebelde, aún reconociendo que ella misma fuera víctima en el lado republicano, pienso que fue inadecuado. En lugar de ser fuente de reconciliación, fue todo lo contrario de persecución. En 1971 hubo un tímido conato de solventar este error que no logró el apoyo necesario (dos tercios) para una declaración formal de la Confederación Episcopal Española a la sociedad española, cuya texto, que quedó inédito, era el siguiente:
"Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está en nosotros (1 Jn 1, 10). Así pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre hemos sabido ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos."
Lanzo unas preguntas, para que la conteste, quien pueda y sepa hacerlo; ¿por qué ha sido tan criticada la iglesia española por la clase trabajadora? ¿por qué las clases poderosas se han llevado tan bien con la iglesia? También es cierto que algún prelado, como Marcelino Olaechea, de la sede de Pamplona, luchó por detener esa masacre que se estaba cometiendo por parte de los nacionales. Lo más destacado y valiente de todo lo que hizo monseñor Olaechea durante la Guerra Civil fue su alocución del 15 de noviembre de 1936 condenando la práctica, demasiado repetida, de ciertas ejecuciones que eran más bien linchamientos. Cuando en el frente había muerto un mozo y lo llevaban a su pueblo para enterrarlo, a menudo la ceremonia terminaba con la ejecución expeditiva, sin trámite judicial, de algunos rojos de la localidad. Este discurso destaca con la frase ¡No más sangre, no más sangre! (9).
La postura de la iglesia española hacia el régimen de Franco se mantuvo inmutable, una vez acabada la Guerra Civil. Por ello recibió todo tipo de prebendas, reconocidas en el Concordato de 1953. Se estableció la religión católica, apostólica y romana como la única de la nación española. Los clérigos y religiosos estarán exentos del servicio militar. Anualmente el Estado le asignara una adecuada asignación. Las iglesias gozarán de exención de impuestos de índole estatal o local. El Estado reconoce plenos efectos civiles al matrimonio celebrado según las normas del Derecho Canónico. En todos los centros docentes de cualquier orden o grado, sean estatales o no estatales, la enseñanza se ajustará a los principios del Dogma y de la Moral de la Iglesia Católica. El Estado español garantiza la enseñanza de la Religión Católica como materia ordinaria y obligatoria en todos los centros docentes. Se garantiza la presencia espiritual de la Iglesia Católica en el ejército. Además de otras prebendas. La Iglesia católica por apoyar al régimen de Franco recibió un cheque al portador.
Alguno, al llegar a esta parte del relato, exclamará señalando que todo esto pasó hace mucho tiempo, y que es mucho mejor olvidarlo. Pero yo le diría que para olvidar algo, primero hay que saberlo y conocerlo. Es muy difícil olvidar algo, si previamente no se conoce.
Hechas estas consideraciones, retomamos el tema de los fusilados en la cárcel de Torrero. Dar a conocer todos estos hechos es algo necesario e imprescindible, como decía al principio. No puede construirse una reconciliación plena y total, cuando todavía existen cosas en la oscuridad más absoluta. Cuando todo se conoce, no sólo una parte, es cuando podemos pensar en una convivencia sin rencores.
Debemos hacerlo además por salud democrática. Todavía más, cuando los fusilados, que aparecen en estas Memorias, murieron por la defensa de la legalidad constitucional. Muchos de ellos no han tenido ni siquiera la posibilidad de ser nombrados. En cambio, aquellos que apoyaron el Golpe, sus nombres son conocidos, y ensalzados en lápidas, monolitos, cruces, etc. Todavía existe un pueblo de la provincia de Soria, que lleva el nombre del causante de la masacre de la plaza de toros de Badajoz. Es algo inconcebible. Realmente el mundo al revés. Esto nadie con dos dedos de frente puede entenderlo.
Dicho todo lo precedente, me parece conveniente y éticamente necesario dar a conocer las vicisitudes de un hijarano, Antonio Meseguer Barceló, víctima de la represión franquista. Fray Gumersindo de Estella nos refleja los momentos previos a su muerte, que producen auténtico escalofrío. Es así:
"Uno de los reos del día 21 de noviembre de 1938 era natural de Híjar(Teruel), llamado Antonio Meseguer. Era alto de estatura. No tendría más que unos 25 años de edad. De bella presencia; muy bien formado. Era maestro. En su infancia y adolescencia había sido alumno de una escuela de padres capuchinos de Híjar, siendo su profesor el P. Miguel de Pamplona. Más tarde, según me informaron, se afilió al partido socialista. Al comenzar la sublevación de Franco y Mola, y llegando los catalanes a Híjar, fue elegido para miembro del Comité. Luego fue hecho comisario político. Cuando las tropas de Franco avanzaron hacia Castellón, Antonio Meseguer se dispuso a continuar su retirada de aquella ciudad. Allí se encontró con un telegrafista de Híjar que era de derechas. éste le invitó a comer con él. Antonio aceptó y rezó la bendición de la mesa con su amigo. Así me refirió una hija del telegrafista. Antonio, aunque se le rogó quedase en Castellón, se ausentó y continuó la retirada a una con las fuerzas republicanas. Fue cogido prisionero en la misma provincia. Y juzgado sumarísimamente, fue condenado a la última pena. Se confesó sollozando. Asistió a la Santa Misa y comulgó con fervor."
Ese mismo día, según el relato breve y conciso, pero lleno de significado, fueron tres los reos. Uno Antonio; otro era natural de Jaén, de apellido Laguna; del tercer reo el padre Gumersindo no sabe nada.
Yo quiero añadir otros detalles de este hijarano, me hubiera gustado que hubieran sido más prolijos, pero por circunstancias que no vienen al caso, no parece conveniente mencionar en estos momentos. Sirva, como pequeño homenaje.
Nació el día 23 de enero de 1915, en la calle de San Blas nº 28. Sus padres fueron Antonio Meseguer Burillo, de profesión zapatero, y Concepción Barceló Gerique., ambos naturales de Híjar. Del mismo modo lo eran todos sus abuelos, salvo su abuelo materno que procedía del pueblo turolense de Castellote. De familia profundamente hijarana. Debemos destacar que el fraile dominico, Santiago Meseguer Burillo, hermano de su padre, murió asesinado por los rojos, y que, como sabemos, ya ha sido beatificado.
Hizo sus estudios para Maestro de 1ª Enseñanza en la Escuela Normal del Magisterio Primario de Zaragoza. Aprobó el ingreso el 1º de junio de 1929. Y en cuatro cursos alcanzó el Título, con un expediente muy brillante(10).
Año |
Curso |
ASIGNATURAS |
NOTAS |
1929-30 |
1º |
Religión e Historia Sagrada |
Sobresaliente |
" |
" |
Teoría y Práctica de la Lectura |
Sobresaliente |
" |
" |
Nociones Generales de Geografía y Gª Regional |
Sobresaliente |
" |
" |
Nociones Generales de Historia e Hª de la Edad Edad Antigua |
Notable |
" |
" |
Nociones y ejercicios de Aritmética y Geometría |
Sobresaliente |
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" |
Dibujo 1º |
Sobresaliente |
" |
" |
Caligrafía 1º |
Aprobado |
" |
" |
Música 1º |
Sobresaliente |
1930-31 |
Curso |
ASIGNATURAS |
NOTAS |
" |
2º |
Religión y Moral |
Sobresaliente |
" |
" |
Geografía de España |
Sobresaliente |
" |
" |
Gramática Castellana 1º |
Sobresaliente |
" |
" |
Historia de la Edad Media |
Sobresaliente |
" |
" |
Aritmética y Geometría |
Sobresaliente |
" |
" |
Pedagogía 1º |
Sobresaliente |
" |
" |
Música 2º |
Notable |
" |
" |
Caligrafía 2º |
Aprobado |
" |
" |
Dibujo 2º |
Aprobado |
1931-32 |
Curso |
ASIGNATURAS |
NOTAS |
" |
3º |
Gramática Castellana 2º |
Sobresaliente |
" |
" |
Geografía Universal |
Sobresaliente |
" |
" |
Historia de la Edad Moderna |
Sobresaliente |
" |
" |
Francés 1º |
Sobresaliente |
" |
" |
Algebra |
Sobresaliente |
" |
" |
Historia Natural |
Aprobado |
" |
" |
Pedagogía 2º |
Sobresaliente |
" |
" |
Prácticas de Enseñanza |
Sobresaliente |
" |
" |
Física |
Aprobado |
1932-33 |
Curso |
ASIGNATURAS |
NOTAS |
" |
4º |
Historia de la Pedagogía |
Sobresaliente |
" |
" |
Elementos de Literatura Española |
Sobresaliente |
" |
" |
Francés 2º |
Sobresaliente |
" |
" |
Ampliación de la Geografía de España |
Sobresaliente |
" |
" |
Historia Contemporánea |
Notable |
" |
" |
Química |
Sobresaliente |
" |
" |
Rudimentos de Derecho y Legislación Escolar |
Notable |
" |
" |
Agricultura |
Aprobado |
" |
" |
Prácticas de Enseñanza 2º |
Sobresaliente |
La Hoja de estudios precedente la certifica D. Enrique Ballesteros García ... Profesor y Secretario de la Escuela Normal del Magisterio Primario de Zaragoza, con fecha de 8 de junio de 1933, con el Vº Bº del Director Ricardo Sancho.
Se le expidió el Título a 1º de julio de 1933.
El expediente fue brillantísimo. A los 18 años estuvo en posesión de su Título para poder ejercer su carrera docente. Pero pudo hacerlo 2 años, ya que en julio de 1936 llegó la Guerra. Una vez iniciada ésta, desempeñó determinados cargos políticos. Y finalmente acabó su experiencia vital en un triste día de otoño del año 1938. Uno más, entre otros muchos intelectuales que molestaban al régimen franquista. La inteligencia y el fascismo son incompatibles. Se ha hecho célebre la frase que ha hecho historia, atribuida al mariscal nazi Hermann Goering: Cuando oigo hablar de Cultura le quito el seguro a mi Browning. Es verdad que nada golpea más al fascismo, al dogmatismo y a la intolerancia que la cultura y, en justa reciprocidad, parece lógico que cuando el fascismo oiga hablar de cultura eche mano de la pistola.
Notas
Cándido Marquesán Millán
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