Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 19 de diciembre de 2022 última revisión
Podemos partir este recorrido en dos tramos. El primero abarca la margen derecha del Ebro, en su tramo ascendente, comprendiendo las huertas y regadíos del Ebro y del Canal Imperial de Aragón.
El segundo, torciendo en ángulo recto hacia el Oeste, se adentra en dirección al norte de Castilla, a la zona colindante con la provincia de Soria. El contraste entre ambas comarcas es digno de notar: la primera es verde, con riegos viejos y nuevos, industrias y comunicaciones. La segunda es seca, tierra de vino, tierra de secano donde se cultiva el cereal y la vid, tierra de tradiciones y leyendas.
El fin primero y último de esta ruta, es el Moncayo, el pico mas alto de la provincia de Zaragoza. En su cima, pelada y árida permanece la nieve buena parte del año, sus faldas sin embargo están repletas de una vegetación desordenada y bella.
El Moncayo es objeto de varias romerías al año, de innumerables excursiones, en especial a su cumbre de 2.315 metros de altitud, desde donde se disfruta de un panorama que abarca muchos pueblos de Castilla, Navarra y Aragón.
Además de la excursión a su cima, obligada a cuantas personas sientan aficiones montañeras o, simplemente, andariegas, y dificultosa debido a la calidad pizarrosa de la piedra que la recubre y a los fuertes vientos que suelen azotar las proximidades de su cúspide, por el Moncayo se pueden realizar otras muchas excursiones de indudable interés, tales como a la denominada "Cumbre de San Juan", a 2.260 metros de altitud; La "Solana de San Juan", "Peñas Melera" de 1.456 etc., así como a diversas fuentes de frescas y deliciosas aguas, como la de San Gaudioso, la de Los Frailes, El Sacristán, los Tres Caños y la Teja; o lugares pintorescos como el Balcón de Pilatos, desde el que se aprecia la maravillosa perspectiva del somontano Ibérico hacia Zaragoza y que encontramos salpicado de muchos pueblecillos, cada uno con su especifico y pintoresco atractivo; así, los castillos de Talamantes y de Vozmediano, o el de Trasmoz, cuyas leyendas de brujas y aquelarres nos traen a la memoria el recuerdo de Bécquer y nombres que se han hecho famosos como el de la Tía Casca.
Saliendo de Zaragoza en dirección Noroeste, por la autovía que conduce a Navarra y Logroño, a once kilómetros de distancia encontraremos la villa de Utebo, para lo que hay que desviarse un kilometro a la derecha. Es famosa por poseer una de las torres más bellas y elegantes de todo el arte mudéjar aragonés, arropada por una iglesia un tanto descuidada, reconstruida en 1514. La decoración de la torre es muy copiosa, con arcos ciegos, entrecruzados, frisos de rombos y esquinillas; muy abundante es la decoración de cerámica vidriada aplicada.
Siguiendo la autovía, poco antes de alcanzar Casetas, a la izquierda, se encuentra Pinseque, donde están los restos de un palacio renacentistas, la fortaleza del Señorío de los Cerdán de comienzos del siglo XVI, y una iglesia mudéjar de relativa importancia.
Siguiendo la ruta, hay que pasar Casetas y Alagón, y después de donde termina la autovía, se puede uno desviar a la villa de Pedrola, que se inicia en una inmensa finca de los duques de Villahermosa, atravesada por amplias y frondosas alamedas con jardines de gusto exquisito. En el Palacio, ofrecen especial interés los artesonados, por su riqueza y las tapicerías, por su originalidad. Es curioso el corredor aéreo que, atravesando prácticamente toda la población por encima de las casas, desemboca en el lugar reservado a los duques en la Parroquia.
A cuatro kilómetros de Pedrola, igualmente a orillas del Ebro, se encuentra la población de Alcalá de Ebro, otro de los lugares visitado por Cervantes cuando inició su viaje a Italia, y en el que se inspiró, sin duda, durante los días que el séquito pasó en las propiedades de los Villahermosa, para relatar más tarde el episodio de Sancho en la Insula Barataria; es éste un islote situado en el centro del río, cubierto de un cerrado follaje. Una pequeña construcción se levanta en su interior.
Hay que desviarse a la derecha, para pasar por debajo de la carretera, en el cruce de Gallur, en dirección a Soria, para alcanzar la localidad de Magallón. Cambia de paisaje: de verdes campos hemos pasado a tierras secas y salitrosas. Magallón queda a 14 kilómetros del cruce. Dominan a la población las ruinas del antiguo convento de Dominicos, del que quedan lienzos de muros de la iglesia y el ábside, semejante al de la Magdalena de Zaragoza, formado por siete paños estrechos, con grandes ventanales apuntados muy esbeltos, entre dos anchas bandas de ornamentación en ladrillo, formada por arcos y losanges. Un único alfar queda en esta localidad, donde se trabaja el barro en graciosas formas.
Borja, doce kilómetros más adelante, es una población de recia historia, a la que se accede, comúnmente, por la llamada Puerta de Zaragoza. Entre sus viejas piedras de pueblo campesino encierra interesantes hechos y manifiesta una seria inquietud cultural. Sus monumentos artísticos se centran en la Colegiata de Santa María, edificada a mediados del siglo XV y restaurada en el XVIII. Quedan importantes obras de imaginería y pintura, de las que las más destacadas son catorce pinturas sobre tabla, del siglo XV, de Jaime Lana, que relatan la vida de la Virgen. Ofrecen interés, asimismo, el convento de Concepcionistas, del siglo XVII, el Hospital y la parroquia de San Bartolomé.
A siete kilómetros de la ciudad, en las estribaciones del Moncayo, está enclavada, en un amplio pinar, la colonia veraniega del Santuario de Nuestra Señora de Misericordia, lugar apacible, que disfruta de abundantes manantiales y de un clima fresco y sano. Su centro es un inmenso caserón umbroso que fue habitado por monjes hasta finales del siglo pasado.
Ambel se encuentra entre Bulbuente y Talamantes; hay que desviarse cinco kilómetros desde la primera en dirección a la segunda para encontrarlo. Fue señorío de los comendadores de la Orden de San Juan; de aquí que conserve un conjunto gótico-mudéjar de palacio e iglesia, con galerías y torre renacentista, así como algunas tablas góticas interesantes y que también las hay en la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, dotada de torre mudéjar igualmente.
Veinte kilómetros más, nos llevan hasta la ciudad mudéjar de Tarazona, de la que no podemos hacer al viajero sino una sucinta relación de sus maravillas: la espléndida Catedral, la Plaza de Toros Vieja, la Judería, el Barrio Alto, la Casa Consistorial ... En realidad todo Tarazona es hermoso, cualquier rincón ofrece un atractivo peculiar que nos recuerda las villas medievales.
Solamente la descripción de la Catedral nos llevaría la mayor parte, no sólo de esta ruta sino de todas juntas. El turiasonense es persona que gusta de comer bien, y lo hace. Por eso es relativamente sencillo el asentar satisfactoriamente el estómago en Tarazona con guisos fuertes y sabrosos al estilo aragonés: bien pueden ser unas perdices, o un buen plato de pochas con oreja, e incluso una variada y fresca selección de mariscos recién llegados del norte.
De las costumbres y tradiciones más originales de la provincia, algunas corresponden a Tarazona, como es la del "Cipotegato", personaje vestido de arlequín, con un traje confeccionado con trozos de tela verde, amarilla y roja, que hace acto de presencia al comienzo de las fiestas mayores (final de agosto). Lleva la cabeza cubierta con un capillo de larga cola que da a su rostro el aspecto de gato. Persigue a los chiquillos con un látigo en la mano. A éstos está permitido arrojarle tomates. Se trata de un resto de los antiguos bufones de la corte; no obstante, la sabiduría popular le encargó una encomienda caritativa: distraer a las gentes cuando una joven deshonrada iba camino de la iglesia a contraer matrimonio.
La romería del Quililay, al Santuario de la Virgen de Moncayo, se celebra en los primeros días de julio. Es una de las jornadas festivas de Tarazona de mayor sabor y bullicio, consagrada por la costumbre secular.
Bécquer inmortalizo a la villa de Trasmoz en sus leyendas, haciendo de su castillo medieval, que perteneció al Señorío de los Condes de Aranda, el centro de la brujería europea. Realmente el castillo, en lo alto de una de las últimas lomas del Moncayo, dominando con aspecto tétrico a la población, de planta circular, con un ancho torreón en el centro, se prestaba a ello.
Veruela, ocupada hasta tiempo muy reciente por la Compañía de Jesús, y hoy ya en propiedad de la Diputación Provincial, es el monasterio cisterciense más rico y mejor conservado de Aragón. A diez kilómetros de Tarazona y trece de Borja, muy próximo a Vera de Moncayo, fue finalizado en 1171. A su entrada hay una cruz negra, llamada Cruz de Bécquer, porque en sus gradas acostumbraba a sentarse el poeta. El recinto monástico está rodeado por un alto muro almenado, protegido por cubos de planta circular. El lugar es agradable y tranquilo. Si el exterior de la iglesia es atractivo, el interior es solemnemente bello y de muy armoniosas proporciones. Adosado a la iglesia está el convento, que posee un maravilloso claustro gótico, robusto y austero. La Sala Capitular se abre con un frente de cinco huecos con elegantes y finos capiteles de tipo vegetal. El interior se cubre con bóveda de crucería, en trazos aislados y sostenidos por cuatro columnas.
Añón es otra de las poblaciones del Moncayo cuya posición topográfica es típicamente feudal. Está situada en las laderas de una colina y coronada por el castillo-palacio de los comendadores de la Orden de San Juan, edificación de planta rectangular de los siglos XV y XVI, con cinco torreones. Adosada se encuentra la iglesia parroquial, románico-gótica. Quedan todavía restos de las murallas que fortificaban la villa.
El último jalón de esta ruta, antes de regresar al punto de partida, es el pueblo de Bureta, señorío de los condes del mismo nombre, que posee los restos del palacio, así como su iglesia parroquial, que datan del periodo barroco.
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