Paseando Zaragoza
Paseando Zaragoza, zaragozeando, zaragozando, buscando el sol en un frio invierno.
En algunas de sus calle los personajes que fueron, como el conde Aranda, ahora la habitan de nuevo convertidos en estatua en su propia calle.
A sus pies, o debajo de su supuesta cintura, un cartel grabado en bronce que nadie lee.
Y todo el mundo corre dentro de su ropa, en sus ventiladas calles, increíblemente llenas de palmeras.
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