Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 11 de noviembre de 2021 última revisión
Es una comunidad histórica con personalidad propia, situada entre Aragón y Castilla, la Sierra de Albarracín participa de la cultura de ambas.
Se trata de una de las comarcas españolas con mayor interés etnográfico, folclorico, arquitectónico y turístico.
Los primeros pobladores dejaron su huella, hace 10.000 años, en las pinturas rupestres del Rodeno.
Atestiguan su antigüedad romana y visigoda el acueducto que llevaba el agua de Albarracín a Cella y su antiguo nombre de "Santa María de Oriente".
Fue reino independiente del Califato cordobés, perteneció a la familia de los Beni Razin, que le dieron su nombre actual.
Con Ibn Ammar este territorio alcanzó un gran esplendor, siendo centro de cultura y refinamiento.
Bajo dominación cristiana se creó una sede episcopal.
Pedro Fernández de Azagra resistió a las tropas del monarca aragonés Jaime I, que tuvo que buscar para sitiar la ciudad de Albarracín la ayuda de Castilla.
En 1284, Pedro III la convirtió, tras su conquista, en la cuarta comunidad de Aragón, respetando sus antiguos fueros.
En el siglo XVI y XVII, si bien perdió algunas libertades, ganó en prosperidad y desarrollo económico.
El emplazamiento en la zona más suroccidental de la provincia le hace poseer divisoria foránea con las provincias de Guadalajara, Cuenca y Valencia en su enclave del Rincón de Ademuz; la comarca de Teruel y el Alto Jiloca terminan por delimitar su entorno.
Territorio de perfil agreste, propio de la orografía serrana, sus cotas de nivel oscilan entre 1.920 m. en la Sierra del Tremedal y los 900 m. de los llanos del Jiloca. Esta comarca disfruta de un clima lluvioso, beneficio que revierte en su riqueza forestal y en la alfombra de verde pasto. Su suelo es propicio para que en los meses de primavera y otoño toda una gran variedad de setas lo transformen en el paraiso de los micólogos.
El índice pluviométrico ha logrado una estimable profusión de fuentes, que en su crecimiento dan cauce al nacimiento de los ríos Tajo, Guadalaviar, Cuervo, Cabriel y Júcar.
Para recorrer la comarca se pueden tomar al menos tres distintos puntos de inicio desde la N-330.
Por elegir uno, lo haremos desde la ciudad de Teruel y la carretera local que, antes del embalse de Arquillo de San Blas, remonta la cuenca fluvial del Guadalaviar y se interna en las altas planicies que llevan a Campillo. Allí vuelve a descencer hasta Bezas, ya en la comarca de Albarracín.
La carretera continúa por el Puerto de Dornaque (1.220 m.). Un desvío bien señalizado da entrada hacia Saldón. Su entorno es hermoso, como el caserío que preside la Iglesia Parroquial de la Asunción.
Valdecuenca posee los mismos atractivos de Saldón. La iglesia de San Nicolás es del siglo XVI, gótica. Gótico-renacentista es la ermita de San Roque.
Desde aquí, la carretera asciende lentamente la sierra de Jabalón, de 1.692 m. A sus pies, el pueblo de Jabaloyas es un pequeño conjunto monumental. Su iglesia parroquial, advocada a la Asunción, se edificó entre los siglos XV y XVI, presumiendo de robusta torre-campanario y hermosa nave de sencilla crucería. La ermita de la Virgen de los Dolores fue edificada en estilo gótico-mudéjar, allá por el siglo XVII. La arquitectura civil encuentra un buen exponente en la casa de la plaza Mayor, conocida como casa de la Sirena.
El viaje se puede continuar hacia el sur hasta Tormon, que tiene pinturas rupestres.
En El Cuervo la iglesia de la Asunción destaca por la antigüedad de su torre-campanario, siglo XVI.
Toril y Masegoso se han unido como para evitar la soledad de estos grandiosos parajes.
Terriente une a su emplazamiento privilegiado un patrimonio arquitectónico notable:
la iglesia del Salvador, y el Ayuntamiento, del siglo XVI, con lonja restaurada. Los 1.450 m. del Puerto de Terriente nos llevaran al desvío de
Moscardón, donde destaca la torre de su iglesia dedicada a San Pedro Apóstol.
Royuela, el siguiente y cercano punto de visita,
también forma parte de esta pequeña colección de templos gótico-renacentistas, en este caso dedicado a San Bartolomé.
En este lugar se toma el desvío que vuelve a remontar las laderas de los Montes Universales, donde entre pinos y verdes pastos encontraremos Calomarde, que dedica su iglesia parroquial a San Pedro Apóstol; el ábside conserva restos de un sepulcro romano; curiosidad natural son sus famosos Rollo y Molino de las Pisadas. Frías de Albarracín roza los 1.500 m. Su término está cubierto por extensos y compactos pinares. Una de las múltiples fuentes que posee alumbra aguas al Cabriel; otra, Fuente García, al gran Tajo, río que, nacido en esta comarca turolense, ha de atravesar más de media Península Ibérica antes de desaguar en el Atlántico. Guadalaviar no ofrece muchos alicientes monumentales, pero suple éstos con su perfecta disposición veraniega. Las aguas procedentes del deshielo primaveral propician el crecimiento progresivo del río Guadalaviar, el "río blanco" de los musulmanes, que nos servirá de guía en el descenso.
Desde Casas de Bucar, Villar del Cobo aparece en un recodo de la carretera, bajo la mirada severa de su iglesia parroquial dedicada a los Santos Justo y Pastor, del siglo XVI; el Ayuntamiento es goticista. De sus hermosos caseríos sobresale la Casa Grande, que llaman Patricia, con soberbia rejería de forja en el piso noble.
Torres de Albarracín ofrece la iglesia de San Miguel, siglo XVII. Desde esta población seguimos viaje hasta Albarracín.
Toda la ciudad, amurallada en los siglos XIII y XIV, está declarada Monumento Nacional. Se asienta sobre una peña que recorta el río Guadalaviar con un profundo tajo; su aspecto es evocador desde cualquier ángulo. La perspectiva, medieval y musulmana, muestra el imponente cinto de muralla que culmina en el castillo del Andador. Tres eran los castillos que contaba: el de Doña Blanca, el del Señorio y el llamado del Andador, el más altivo, que dominaba el acceso desde Teruel, el camino viejo del Jiloca y los de Castilla y Valencia.
Conserva siete Iglesias:
Pocas ciudades ofrecen al visitante un equilibrio tan perfecto entre naturaleza, vegetación y arquitectura como lo ofrece Albarracín. Sus calles estrechas serpentean apiñandose junto a la muralla medieval para dirigirse luego, con sus altas edificaciones y rincones llenos de sorpresas estéticas, hacia su Plaza Mayor, armónica e irregular al mismo tiempo. Allí casi todo es obra del siglo XVI: los balcones corridos de madera, su casa esquinera con su balcón en ángulo, el Ayuntamiento porticado. Además del Palacio Episcopal, merecen ser visitados los palacetes de la Brigadiera, del Monteverde y Antillón, de los Dolz de Espejo y de Navarro de Azuriaga. De la arquitectura popular, cuyos elementos básicos son de piedra, la madera, la forja y el color rojizo del yeso, merecen especial mención la Casa de la Julianeta, la Casa de la calle del Chorro y la calle de los Azagra, sinuosa y recoleta, que nos sumerge auténticamente en la Edad Media.
La gastronomía se compone de platos fuertes: cocido, sopas de ajo, sopas tostadas, migas, cordero a la pastora, conserva de cerdo, gazpachos y, de postre, almojábanas.
La gastronomía se enriquece con el aporte de las truchas de ríos y torrenteras. También las setas acompañan, en sus temporales apariciones, los sabrosos platos con guisos recordados de antiguas recetas caseras, en los que el cordero o las aves de corral, en chilindrón, compiten con las magras y el resto de los productos de la Matacía.
La caza es abundante en especies. Tiene una especial representación en el jabalí y el ciervo como caza mayor, y los comunes liebre y perdiz.
También ofrece Albarracín entre sus atractivos un amplio programa de festejos: Los Mayos, el 30 de abril; la Virgen del Carmen, en julio; las fiestas patronales a mediados de septiembre; y los Festivales de Verano, con actuaciones musicales, de teatro, danza, etc., durante el mes de agosto.
Gran número de parajes de interés paisajístico - las fuentes de la Bocachola, Cabrerizo, Escalador, Peña, Salud - y profundas gargantas excavadas por el río, así como densos pinares rodeando a la calzada que va de Albarracín a Bezas, harán las delicias de los visitantes.
El impresionante conjunto montañoso de los Montes Universales, la Sierra de Albarracín y la Sierra del Tremedal, origina infinidad de parajes de interés paisajístico, con fuentes, merenderos, zonas de acampadas y albergues de montaña en los alrededores de casi todos los municipios de esta Comunidad.
Además de Albarracín, la comunidad está formada por varias sesmas - pueblos asociados para la administración de bienes comunes - Jabaloyas, Bronchales, Villar del Cobo, y Frias de Albarracín. En total, 23 ayuntamientos.
Forman parte de la comarca otros pueblos, que no pertenecen a su comunidad histórica: Gea de Albarracín, situado entre Teruel y Albarracín, a orillas del río Guadalaviar, conserva los monasterios de las Capuchinas y de Carmelitas Descalzas. En el extremo sur, se encuentran Rubiales, Veguillas de la Sierra, Alobras, Tormón y El Cuervo, donde merece atención la Iglesia de la Asunción y su torre-campanario del siglo XVI.
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